He estado tan ocupado en las cosas triviales de la vida, peleando por la liquidez de los negocios, que de pronto me doy cuenta que el papel y el lápiz con el que puedo algunas veces platicar con Ustedes y otras tantas conmigo mismo... no los encuentro. Y es que con tanta prisa innecesaria he dejado de lado las cosas que me imagino son las que verdaderamente le importan al Patrón y por ende a mí. Mi vocación de ser libre, de volar en mis sueños y en mi caminar diario sin miedo, buscando la paz y por supuesto el encuentro en el corazón con el Señor.
Y es que en el bullicio de los negocios; el dinero y los compromisos atrapan al corazón haciéndonos sentir que no hay nada más importante que correr, de un lado a otro... sólo para correr, sin ningún sentido. Corriendo por lo material, por el dinero y la insatisfacción... como si realmente necesitáramos de eso, como si eso fuera el eje central de nuestras vidas... viviendo de lo trivial, soñando con lo trivial; vaciando la copa de la libertad...
En medio de este bullicio me ha sucedido algo extraño... durante una buena parte de un lustro, he tenido que pasar por un tiempo de mucha lucha tratando de hacer sustentable nuestra planta de reciclado de tetrapak. Aunque muchas veces las cosas cada vez estaban peor, nunca deje de empujar y siempre mantuve una actitud de lucha y fe, siempre tuve confianza en lo que el destino tenía deparado para nuestra empresa.
Curiosamente ahora que la planta está alcanzando su punto de equilibrio y que puedo voltear la vista hacia nuevos retos, ahora que he dejado de compartir mis angustias con la almohada por nuestra querida y sufrida planta, ahora que las cosas están mucho mejor... me siento cansado y mucho más vulnerable. Es como si toda esa energía que tuvimos que invertir para salvar la planta se hubiera quedado allá y ese espíritu de lucha que casi siempre tengo por las cosas, ahora estuviera dormido; tan cansado por la batalla... que sólo piensa en reponerse.
Tal vez, por el cansancio de esa lucha, ahora las cosas más pequeñas las veo mucho más grandes de lo que realmente son, como si me hubiera puesto unos lentes de aumento que no son de mi graduación y eso deformara lo que veo, impidiéndome entender la verdadera magnitud de las mismas.
Pero... no será que realmente no era yo el que era tan valiente, sino que el Patrón me dio la fortaleza para poder enfrentar ese reto, y no será que como la parábola de los leprosos, me olvidé de regresar a dar gracias y ahora estoy como los nueve restantes con la lepra de la desconfianza de vuelta.
Ahora pienso que este asunto de la valentía, la fe y la confianza, no está lacrado en nuestra naturaleza, creo que es un asunto que el Señor nos da y tiene que renovarse cada diferencial de vida, cada día. Ahora se que los dones que tenemos los tenemos porque el Patrón, Dios, el Universo o el Espíritu Santo, como queramos llamarle, así lo ha decidido, que tenemos que hacernos dignos de ese regalo y tal vez por ello... es que debemos de ponerlos al servicio de los demás!!!