Dice un fragmento de una oración muy bella…
No me mueve mi Dios
para quererte
El cielo que me
tienes prometido
Ni me mueve el
infierno tan temido
Para dejar por eso de
ofenderte…
Caminando amarrado a los condicionamientos religiosos, esos que me atraparon desde que fui amamantado, o tal vez antes... de vez en cuando
viene a mi puerta este párrafo; cuestionando lo aprendido, queriendo
liberarme de tanto prejuicio y tanto miedo acumulado a través de los siglos;
pasando como si fuera una larga cadena de generación en generación, cada vez con eslabones más fuertes.
Que ahora, con el acercamiento del genero humano a través de
la Nube, como ahora le decimos al Internet, pareciera que esas cadenas van
perdiendo su fuerza a la velocidad a la que los megabytes se van derramando en el
mundo; algunas veces llevando consciencia y otras pornografía, pero siempre poniendo
lo que hay en el planeta al alcance de todos.
Entre el recuerdo liberador de esta plegaria y los megabytes que se han
derramado, me quedo reflexionando… qué sentido tiene vivir con todos estos
miedos aprendidos desde la cuna y que se han impregnado en el corazón
confundiendo la vista, haciéndonos
creer que es verdad lo que no es, o al menos no del todo.
Ahora sé que el verdadero sentido de nuestras vidas es la
libertad, esa que rompe con la dicotomía de lo bueno y lo malo, la que nos
permite caminar donde queramos sin miedo a perder al cielo o a caer en el infierno. Creo que al Patrón le molesta mucho más, que dejemos de hacer
cosas por miedo, a que las hagamos; por muy malas que estas parezcan.
Cuando Siddhartha y Govinda decidieron dejar la vida de
sacrificio con los Samanas, en sus reflexiones comentaban… qué no habrán
aprendido lo mismo esos que están en los burdeles emborrachándose con
mujeres, que nosotros que hemos renunciado a todos los placeres? ¿
Qué no estarán tan cerca del Nirvana como nosotros, sólo que ellos están
disfrutando la vida?
Pero... Que fácil hablar de los velos que nos nublan la vista, pero que difícil quitarlos a la hora de caminar el día día... tal vez, el secreto sea desmitificar al cielo y al infierno, ni uno está tan alto ni el otro tan bajo. Están tan dentro de nosotros que no vale la pena hacer tantos mitos de ellos. Facundo Cabral decía… supe del Diablo la noche que al hambriento dije nooo, también esa noche supe que el Diablo es hijo de Dios.
Quizás no se trate de ser buenos o malos sino congruentes; con nosotros mismos. Estoy seguro que en el corazón no gobiernan los prejuicios ancestrales que nos amarran, ahí no hay lugar para el miedo o la soberbia, tan socorridos por estos rumbos. Y de esa manera vivir simple con la confianza de ser plenos!!!
Pero... Que fácil hablar de los velos que nos nublan la vista, pero que difícil quitarlos a la hora de caminar el día día... tal vez, el secreto sea desmitificar al cielo y al infierno, ni uno está tan alto ni el otro tan bajo. Están tan dentro de nosotros que no vale la pena hacer tantos mitos de ellos. Facundo Cabral decía… supe del Diablo la noche que al hambriento dije nooo, también esa noche supe que el Diablo es hijo de Dios.
Quizás no se trate de ser buenos o malos sino congruentes; con nosotros mismos. Estoy seguro que en el corazón no gobiernan los prejuicios ancestrales que nos amarran, ahí no hay lugar para el miedo o la soberbia, tan socorridos por estos rumbos. Y de esa manera vivir simple con la confianza de ser plenos!!!