Hablar de religión…que complicado, tan complicado como entrar a un laberinto cuántico donde la única salida es la consciencia individual; esa a la que no le permitimos entrar a nadie, no sé si por miedo a enfrentar las tradiciones o simplemente por miedo a entrar en terrenos desconocidos donde casi no sabemos nada; sostenidos por dogmas que muchas veces alcanzan para muy poco, tan poco que ni siquiera vivimos la vida congruentemente.
Con frecuencia me pongo a pensar… ¿Qué pensará Dios de las religiones?, me imagino que se ha de morir de risa de ver como hemos sido capaces de dividir a Dios en pedazos de tierra y tiempo, cegando nuestra consciencia hasta el punto de poder matar a nuestros hermanos en su nombre, orgullosos por defender el cielo o lo que creemos que es el cielo. Sin duda se debe estar riendo de lo que pensamos de él.
Cuando mi hija Laura era bebé, en los tiempos que la risa llegó a su corazón, cuando reía a carcajadas muchas veces su risa terminaba en llanto. Ahora… me imagino que la risa de Dios debe ser como la risa de mi niña, tanto lo hacemos reír, tanto se ríe, que exhausto… debe terminar llorando, sorprendido de ver cómo nos repartimos la tierra y el cielo. Ha de reírse tanto de nuestras creencias y dogmas que debe terminar llorando…
Y nosotros, nosotros todos, nosotros género… ¿qué estamos haciendo para vencer esta estúpida lucha de territorios y de Dioses? ¿para vencer el estúpido concepto de consciencia individual?. Todo esto que nos ha dividido en razas, en clases sociales, en religiones, alejándonos de nuestra esencia, enredados en nosotros mismos, a merced de los intereses de tres o cuatro que no tienen nada que ver con la verdad.
¿Por qué nos empeñamos los humanos en sentir que somos el centro del Universo? Tal vez cuando la inteligencia se acercó a nuestras vidas, la soberbia venía con ella y le dimos la bienvenida a las dos; la primera nos ha hecho brillantes y la segunda nos ha engañado, confundiéndonos, haciéndonos creer el centro de todo.
Este es el tiempo de tomar el sendero de la consciencia colectiva, donde todos sepamos que somos parte de lo mismo, del Dios único que existe, el que no tiene religiones...el Dios de todos. El que no tiene ni color, ni estrato social, el que integra todo lo que pertenezca al Universo en una unidad.
Ahora que la consciencia se ha vuelto amiga del viento y la está llevando a los hogares de la tierra, se nos presenta la gran oportunidad de reencontrarnos con la paz; sin pretensiones, con humildad, con disciplina, trabajando juntos en la construcción de un mundo más justo. Un lugar en donde podamos convivir las piedras, las plantas, los animales - incluyendo al hombre – sabiendo que todos somos importantes en este gran sistema evolutivo de energía llamado Universo.
Con frecuencia me pongo a pensar… ¿Qué pensará Dios de las religiones?, me imagino que se ha de morir de risa de ver como hemos sido capaces de dividir a Dios en pedazos de tierra y tiempo, cegando nuestra consciencia hasta el punto de poder matar a nuestros hermanos en su nombre, orgullosos por defender el cielo o lo que creemos que es el cielo. Sin duda se debe estar riendo de lo que pensamos de él.
Cuando mi hija Laura era bebé, en los tiempos que la risa llegó a su corazón, cuando reía a carcajadas muchas veces su risa terminaba en llanto. Ahora… me imagino que la risa de Dios debe ser como la risa de mi niña, tanto lo hacemos reír, tanto se ríe, que exhausto… debe terminar llorando, sorprendido de ver cómo nos repartimos la tierra y el cielo. Ha de reírse tanto de nuestras creencias y dogmas que debe terminar llorando…
Y nosotros, nosotros todos, nosotros género… ¿qué estamos haciendo para vencer esta estúpida lucha de territorios y de Dioses? ¿para vencer el estúpido concepto de consciencia individual?. Todo esto que nos ha dividido en razas, en clases sociales, en religiones, alejándonos de nuestra esencia, enredados en nosotros mismos, a merced de los intereses de tres o cuatro que no tienen nada que ver con la verdad.
¿Por qué nos empeñamos los humanos en sentir que somos el centro del Universo? Tal vez cuando la inteligencia se acercó a nuestras vidas, la soberbia venía con ella y le dimos la bienvenida a las dos; la primera nos ha hecho brillantes y la segunda nos ha engañado, confundiéndonos, haciéndonos creer el centro de todo.
Este es el tiempo de tomar el sendero de la consciencia colectiva, donde todos sepamos que somos parte de lo mismo, del Dios único que existe, el que no tiene religiones...el Dios de todos. El que no tiene ni color, ni estrato social, el que integra todo lo que pertenezca al Universo en una unidad.
Ahora que la consciencia se ha vuelto amiga del viento y la está llevando a los hogares de la tierra, se nos presenta la gran oportunidad de reencontrarnos con la paz; sin pretensiones, con humildad, con disciplina, trabajando juntos en la construcción de un mundo más justo. Un lugar en donde podamos convivir las piedras, las plantas, los animales - incluyendo al hombre – sabiendo que todos somos importantes en este gran sistema evolutivo de energía llamado Universo.