Recordando con mis hermanos los tiempos del Instituto México donde estudiamos la primaria y secundaria, a cada momento, con cualquier anécdota nos remontamos al lugar como si estuviéramos cursando en ella e invariablemente la alegría toma nuestros corazones y reímos como si esto todavía fuera parte de nuestro presente.
Nunca nos falto un pretexto para jugar en las mañanas, en el recreo o por la tarde, un buen partido de lo que fuera, lo que estuviera de moda; futbol, basquetbol, futbol americano, canicas, hoyos. Podíamos jugar cualquier cosa con quien estuviera, futbol con todo el salón o unas canicas con tres o cuatro. Era tan divertido que casi siempre la falta de luz nos avisaba que era el momento de regresar a casa.
Cuando cursábamos el cuarto grado de primaria, en alguna de las fiestas de la escuela, conocimos a la hermana de un compañero, una niña morena con unos ojos verdes tan hermosos que irremediablemente todo el salón se enamoro de ella, bueno…el salón y todos los miembros del club – mocosos de quinto y sexto año –estábamos perdidamente enamorados. Estábamos tan enamorados que todos los viernes en nuestra reunión semanal del club, nos peleábamos el teléfono para marcarle y expresarle nuestro amor; era divertidísimo ver como nuestro amor y valentía sólo alcanzaba para marcar su teléfono y colgar completamente petrificados al escuchar su voz. Por esta razón, todos sin excepción aprendimos a amarla en silencio de la mano de nuestra cobardía infantil, sorprendidos por el descubrimiento de tanta belleza!!!
En la secundaría las cosas fueron diferentes, para ese entonces ya habíamos aprendido muchísimas más cosas de las mujeres; ya teníamos una colección completa de revistas con viejas encueradas – como les decíamos – y habíamos descubierto una peluquería donde vendían revistas un poco peor que las anteriores. Por supuesto, que todo esto me llevo al lucrativo negocio de este tipo de revistas con un amigo que hasta la fecha sigue siendo mi socio; no sé porqué… si sólo me ha traído problemas!!!. Quiero decirles que nunca tuvo éxito nuestro negocio, porque aunque todos nuestros compañeros querían nuestros productos, ninguno tenía dinero suficiente para pagar la mercancía. Tuvimos que cerrar el negocio y buscar nuevas oportunidades.
A raíz de que algunos compañeros y yo no éramos muy aplicados, en segundo de secundaria surgió la oportunidad de conseguir algunos exámenes finales en una escuela de muy mala fama, lo cual nos puso en una condición envidiable. Tuvimos más de un mes para resolver los exámenes que habíamos conseguido; estábamos preparados para los exámenes ordinarios y tendríamos un merecido descanso en las vacaciones. El pequeño problema fue que al llegar al examen… nos conmovimos al ver la cara de angustia de nuestros compañeros y les pasamos las respuestas a todos; obviamente con la recomendación de que fueran mesurados y pusieran algunas respuestas incorrectas para despistar al enemigo. Está por demás decir que todos sacamos diez y por lo tanto nos calló la GESTAPO, esto casi le cuesta la secundaría a mi amigo, afortunadamente nunca soltó la sopa y su valentía conmovió tanto al Director que nos perdonó la vida.
En fin,…vivimos tantas travesuras, cosas bellas o conmovedoras; que todos los que pasamos por ahí aprendimos que la vida tiene un sabor alegre. Nos ha quedado el corazón lleno de gratos recuerdos, sonriendo cada vez que la memoria nos lleva a nuestra infancia.
Ya tenemos treinta y tantos años que salimos de secundaria y tratando de encontrar la mejor herencia que nos dejó nuestra escuela, reflexiono y encuentro que…sin duda la mejor herencia de este lugar mágico es la amistad que promueve entre todos los que por ahí hemos caminado, es como si fuera una fábrica de eslabones de amistad que no puede deshacer ni el tiempo ni las circunstancias, una fábrica que siempre ha sabido que uno de los valores más grandes de este mundo es la amistad. Por eso siempre digo: