Por Jorge Enrique Gasca
Caminando por Manhattan ese 19 septiembre de 1985, quedé atónito y perplejo frente a un puesto de periódicos mientras leía y veía las fotografías de los diarios de New York:
Earthquake in Mexico….
Súbitamente el tiempo se detuvo y mis sentimientos de viajero quedaron eclipsados ante el drama que me invadía. Me negaba a pensar que Toluca, mi ciudad natal ubicada a 60 km de la capital, estaría tan destruida como se veía la ciudad de México en las imágines del New York Times. Irremediablemente se apoderó de mí una angustia de muerte.
¿Estará de pie la casa de mi familia? ¿estarán bien mis padres, mis hermanos, mis tíos, primos y amigos? - murmuraba para mí mismo mientras revisaba de cabo a rabo la edición especial del Times.
Ante la magnitud de la catástrofe inmediatamente intenté comunicarme a México, pero fue imposible. Sin poder hacer nada, regresé al lugar donde me hospedaba. A las 9 de la noche un noticiero anunció que había ocurrido un segundo terremoto tan devastador como el primero y que la ciudad de México se encontraba totalmente en ruinas. Ni media palabra con relación al daño sufrido en otras ciudades de la república. Entonces mi angustia se convirtió en franca paranoia, tanto que en toda mi vida no recuerdo haber vivido una noche tan larga como aquella: sin noticias, muy lejos y con la impotencia de no poder ayudar.
El 20 de septiembre asistí a una reunión de mexicanos que estudiaban en New York, en la que acordamos que uno de nosotros volaría a México a investigar el paradero de la parentela e inmediatamente regresar a dar noticias. Le tocó en suerte, o en desgracia, a un estudiante de Medicina partir a la ciudad de México y regresar con las noticias ya fueran buenas o malas. Por fortuna, las noticias fueron buenas para mí, aunque no todos corrimos con la misma suerte.
Los días posteriores al terremoto aquellos mexicanos de New York integrados como familia por la tragedia, vivimos a flor de piel el dolor de nuestro México. Aún cuando ha pasado tanto tiempo, sigue viva en mí la emoción de ver a mi país levantarse en cada voluntario buscando a los familiares de otras personas, arriesgando más allá del límite por la sola sospecha de que todavía había alguien que seguía esperando la oportunidad de renacer.
Muchas historias me conmovieron hasta las lágrimas por aquellos días, entre ellas hubo una que me pareció profunda y dramáticamente humana:A 24 años de distancia, todavía me asombra la sencillez y la sensibilidad de Plácido Domingo y vive en mí el ejemplo de su corazón-humanidad. Ése mismo que le llevó a jugarse la vida por amor … más allá de sus méritos, de su extraordinaria voz, de la fama o del dinero…
2 comentarios:
que bella historia
tieneuna descripcion hermosa
Asi es George, te luciste. Felicidades.
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